1. Una investigación sin antecedentes y un giro inquietante.
El fiscal Guillermo Beller no dudó en calificar el caso como “una locura”, una investigación que “no tiene antecedentes en Jujuy” y que captó de inmediato la atención nacional. Todo comenzó con cinco denuncias de desapariciones, formuladas en diferentes momentos y sin vínculo aparente. Las víctimas no se conocían entre sí y los entornos eran diversos. El punto de inflexión llegó cuando los investigadores accedieron a imágenes del sistema de videovigilancia del 911, en las que se veía a Matías Jurado acompañando a dos de los desaparecidos. Esa coincidencia, sumada a dos elementos fundamentales el último registro de celular de una de las víctimas en la zona del domicilio de Jurado, y el testimonio de un taxista que llevó a Jorge Anachuri a esa misma casa junto a Jurado—, permitió establecer un patrón común.
La unificación de las causas y la premura por evitar la pérdida de pruebas llevaron al allanamiento del domicilio en menos de 24 horas. Lo que se descubrió allí fue simplemente aterrador.
2. El perfil de las víctimas y la mecánica de captación.
Las supuestas víctimas de Jurado no fueron elegidas al azar, según el fiscal. En su mayoría eran personas en situación de calle, solas, con problemas de salud mental o en extrema vulnerabilidad social. En al menos un caso, se trató de alguien que vivía con su familia, pero atravesaba episodios de esquizofrenia.
Jurado, según los testimonios, aprovechaba esa fragilidad para acercarse como alguien dispuesto a ayudar. Les ofrecía alojamiento, trabajo informal o simplemente una bebida. En varias ocasiones los convencía de ir a su casa con excusas como colaborar como “maleteros” o hacer alguna “changa” en la terminal. Las cámaras de seguridad confirmaron que las víctimas entraban a la vivienda por su propia voluntad. Sin embargo, ese ingreso, aparentemente inocente, era el comienzo de una trampa mortal.
3. Un escenario de horror: restos, fuego y sangre en todos lados
El domicilio allanado reveló una escena perturbadora. Se hallaron restos óseos, sangre en múltiples sectores, combustible, sierras, cuchillos y ropa manchada. En particular, se encontraron prendas que coincidían con las de algunos desaparecidos, como una gorra reconocida por familiares y ropa que podría pertenecer a Jorge Anachuri.
Uno de los elementos más macabros fue la pared de bloques recientemente pintada. Al ser desmontada por los peritos, aparecieron en su interior rastros de hollín y restos calcinados, lo que sugiere que allí se realizaron quemas controladas de cuerpos. También se hallaron sierras ocultas dentro de esos bloques.
Vecinos declararon que Jurado prendía fuego los fines de semana y que el humo despedía un olor "raro". Pensaban que quemaba basura. La realidad era otra: según la declaración del sobrino, allí se incineraban cuerpos descuartizados. El lugar también tenía sangre en el suelo, en la ropa de Jurado, en sus zapatillas y objetos personales.
4. El silencio quebrado: Jurado se declara inocente pero no convence.
En una actitud atípica, Matías Jurado decidió declarar durante la audiencia imputativa, a pesar de que la mayoría de los acusados elige guardar silencio. Su testimonio fue breve: se declaró inocente y negó haber cometido cualquiera de los crímenes que se le imputaban. No obstante, no logró explicar cómo llegaron a su poder ropa ajena, varios celulares pertenecientes a personas desaparecidas, ni su aparición en las grabaciones. La fiscalía sostiene que sus respuestas fueron evasivas y no lograron desvirtuar la prueba acumulada.
En paralelo, peritos psicólogos y psiquiatras realizaron un examen de su salud mental. El resultado fue claro: Jurado comprendía la criminalidad de sus actos y podía dirigir sus acciones. Esto lo convierte en plenamente imputable y sujeto a proceso penal por los delitos investigados.
5. El testigo más importante: el sobrino de 16 años.
Uno de los testimonios más escalofriantes provino de un menor de edad, sobrino de Jurado, que vivía con él en la misma casa. Declaró en Cámara Gesell y aportó información clave. Confirmó el supuesto “modus operandi” de su tío: atraía a las víctimas, las asesinaba, las descuartizaba y luego las incineraba. El menor, que vivía con miedo constante, dijo que los viernes se iba de la casa porque sabía lo que ocurriría. En más de una oportunidad presenció directamente las escenas, aunque, por el estado de shock, no pudo precisar fechas o víctimas.
Dijo también que los restos eran sacados en bolsas de residuos y que si se excava el patio, pueden encontrarse más pruebas. Esa declaración motivó nuevos rastrillajes. Hoy, el joven vive con su abuela y está bajo custodia y contención psicológica. El fiscal expresó su consternación: “Este chico estaba solo, sin contención, sin amparo”.
6. Advertencias que nadie escuchó: las alertas ignoradas
La causa tiene también una dimensión trágica por la cantidad de alertas desoídas. Una tía del menor contó que, durante una reunión familiar en enero, su sobrino le confesó: “Ayer Matías mató a otro”. La mujer no lo creyó. Pensó que exageraba, que era un comentario producto del miedo o de un malentendido. Otro familiar, de 18 años, relató que su primo le habló del horror. Fue a la casa una noche para verificarlo. Encontró manchas de sangre y un clima insoportable. Jurado salió de una habitación y le dijo: “Si querés ver, vení. Si querés ver gente muerta”. El joven huyó y nunca volvió.
Hoy, con la investigación avanzada, esos testimonios cobran un valor doloroso: la posibilidad de haber prevenido más muertes, si alguien hubiera escuchado a tiempo.
7. El historial oscuro: un violento con múltiples denuncias.
Matías Jurado no era un desconocido para la justicia. Tenía tres condenas por robo agravado y amenazas, y una detención preventiva por homicidio cuando era menor de edad, de la que fue luego sobreseído.
Además, acumulaba decenas de denuncias por amenazas, lesiones, violencia familiar y hasta amenazas con armas. Las presentaban vecinos, familiares y víctimas ocasionales. Incluso su propia madre y el abuelo del menor abandonaron la vivienda por miedo a su violencia.
8. Una investigación que apenas comienza.
La fiscalía trabaja a contrarreloj. El Departamento de Informática Forense analiza los celulares hallados en el domicilio. Podrían contener llamadas, fotos, videos o mensajes que ayuden a reconstruir los últimos momentos de las víctimas. En paralelo, se lleva adelante el análisis de los restos óseos encontrados, tanto en la casa como en un basural cercano. Se extraerá ADN para compararlo con muestras tomadas a familiares de los desaparecidos. El proceso podría tardar más de 10 días, pero es fundamental para establecer responsabilidades. También se investiga la posibilidad de que haya más víctimas con características similares, y se planifican nuevas excavaciones en el patio y zonas aledañas. Para ello, se requiere personal especializado que evite contaminar la evidencia. La sangre era un protagonista silencioso en la escena. Estaba por todas partes: en las paredes, en el piso, en la ropa de cama, en las prendas de vestir de Jurado y, especialmente, en sus zapatillas. Los peritos la describieron como “sangre vieja” y “sangre buena”, en referencia al estado de conservación y a la cantidad hallada. Algunos rastros eran visibles a simple vista; otros, apenas perceptibles, requerían pruebas químicas para revelarse. Pero la presencia era abrumadora. El rastro hemático no solo confirmaba episodios de violencia extrema, sino que sugería que las víctimas fueron agredidas, posiblemente asesinadas, dentro del mismo domicilio. Para los investigadores, la magnitud de la sangre encontrada no dejaba dudas: ese no era un espacio ocasional, sino el escenario reiterado de actos brutales.
9. ¿Un asesino solitario? Descartan cómplices, niegan mitos.
Hasta ahora, no hay elementos que indiquen la participación de cómplices. Jurado era un hombre solitario, sin vínculos estables ni redes sociales activas. Vivía encerrado, con un estilo de vida marginal, pero metódico. El fiscal también descartó tajantemente las hipótesis de canibalismo o tortura, que circularon en algunos medios. “No tenemos causa de muerte, ni cuerpos completos. No hay forma de sostener esas ideas en la hipótesis investigativa actual”, afirmó.
10. La casa: centro del horror y símbolo del abandono.
La casa de Matías Jurado fue el escenario de los crímenes, pero también el símbolo del abandono de un menor. Jurado vivía allí desde que salió del penal, hace cuatro años. Era una casa cerrada, con muros altos, ubicada en una zona que permitía el aislamiento. El sobrino vivía con él. Su madre lo había abandonado años antes por sus adicciones. El abuelo, que intentó cuidarlo, también se fue por miedo a Jurado. El menor quedó solo, atrapado entre el miedo, la violencia y el horror. Sus advertencias fueron ignoradas. Su presencia, desatendida. El fiscal lo dijo con crudeza: “Fue un pedido de auxilio que nadie escuchó”.